El presidente López Obrador y el sector empresarial tienen que aplicar medidas muy pronto si quieren evitar una catástrofe económica.

CIUDAD DE MÉXICO — En México es conocido el dicho: “Cuando Estados Unidos tiene un resfriado, a México le da pulmonía”. Este año hay que añadirle otra parte: “¿Y qué pasa cuando a Estados Unidos le da coronavirus?”

Pocos países en el mundo tienen una relación económica tan estrecha. Estados Unidos no solo compra más de tres cuartas partes de las exportaciones de México —que representaron 358.000 millones de dólares en 2019— sino que es hogar de once millones de mexicanos, quienes envían a su país remesas —cuyo total alcanzó el año pasado la cantidad récord de 36.000 millones de dólares—, dinero que ayuda especialmente a las áreas rurales más pobres de México. Por desgracia, ahora que la economía estadounidense va en picada, arrastra consigo a la mexicana. Lo que es peor para México es que su caída será todavía más dolorosa.

A los dos graves problemas de disminución en las exportaciones y las remesas hay que sumarle el desplome en los precios del petróleo y en el turismo. Por si fuera poco, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suspendió la inmigración la semana pasada. Y encima hay que considerar las pérdidas derivadas del cierre parcial de actividades que ha incluido a las tiendas, los bares y los restaurantes en gran parte de México.

El banco suizo UBS ha predicho que este año la economía mexicana se contraerá un 7,6 por ciento, Bank of America dijo que se contraerá un 8 por ciento y el banco español BBVA ha pronosticado una contracción espeluznante del 12 por ciento.

Por Ioan Grillo

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